martes, 17 de agosto de 2010

Génesis: Arranquemos desde el vamos


En el principio era todo oscuridad. “Creó Dios el Cielo y la Tierra… Y dijo Dios: “Hágase la luz”; y la luz se hizo… Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y separó Dios la Tierra de los Mares”. El inventario continúa, pero en definitiva y según las Sagradas Escrituras, así empieza la Creación del Universo.

Los comienzos con mi marido fueron bastante parecidos: al principio me las vi negras. Tardamos un tiempo en ver la luz, mi suegra estaba hecha un mar de lágrimas, intentó separarnos y, día tras día, echó tierra sobre nuestra relación con una larga lista de inventos.

Como pasa con la Creación del Mundo, mis orígenes también fueron cuestionados. La discusión se basaba en si desciendo de un mono (cualquier similitud es pura coincidencia), si por católica, surgí de la costilla de un hombre o, lo que es mucho peor, si viviría a costillas de él. Acá no hay teoría que valga: mi aparición en el mundo judío, hizo retroceder a más de uno en su proceso evolutivo.

Pero si el problema es de dónde venimos, desde un principio, con mi marido tenemos mucho en común.

Los dos cumplimos con los ritos correspondientes según nuestras creencias. Yo: Bautismo, Comunión, Confirmación. El: Circuncisión, Nombre en Hebreo, Bar Mitzvá.

Ambos recibimos educación religiosa. Yo, en colegio de monjas. El, en el Seminario Rabínico.

Cada una de nuestras familias guardaba un día sagrado en la semana. En su casa, Shabat (sábado): un día dedicado al descanso y la reflexión. En la mía, el Domingo: una jornada dedicada a cuestiones existenciales referidas al sentido de la vida, tales como “¿Cuándo será el día que Racing salga campeón?” o “Este año, ¿nos salvamos del descenso?”.

Los dos estábamos religiosamente institucionalizados. El, iba al Shil (sinagoga) en Shabat y todas las Fiestas. Yo, hacía una fiesta cada vez que zafaba de ir a Misa.

Por tradición familiar, nuestros padres hablaban en otro idioma cuando el tema de conversación entre ellos no “debía” ser entendido por los niños de la casa. Sus padres lo hacían en idish. Los míos, en jeringoso.

Nuestras madres se dedicaban a la cocina. La mamá de él se pasaba con la comida tradicional. La mía, tenía como tradición que se le pase la comida.

Nuestras abuelas nos transmitían la tradición a través de la comida. Su Bobe (abuela en idish) con varenikes, guefilte fish, knishes y kreplaj. Mi abuela, con pulpo a la gallega, cazuela de mariscos y guiso de lenteja con chorizo colorado.

De adolescentes, bailábamos danzas típicas. El, rikudim (bailes folklóricos israelíes). Yo, danzas árabes.

Los dos hicimos nuestro primer viaje sin familia y con amigos a los 16 años. El fue a Israel comprometido con sus raíces. Yo, corté de raíz con los compromisos y me fui de vacaciones a San Bernardo.

A los 20 años, cada uno se fue de su casa. El se fue a vivir a Israel para estudiar en la Facultad de Jerusalem. Yo, utilicé todas mis facultades para emigrar a mi Tierra Prometida: donde sea, sin mis viejos.

Con alguna que otra diferencia, fuimos creados el uno para el otro. Sin duda, somos tal para cual: como mariscos y arroz para una paella, pastrón y pepino para el pletzale (*), sidra y pan dulce para Año Nuevo, Matzá y Maror para Pesaj (**)… o, mejor aún, como tomate y lechuga para una buena ensalada mixta, porque, a diferencia de Adan y Eva, en nuestro mundo, no tenemos restricciones con la dieta.

(*)Pletzale: Trataría de explicarlo pero prefiero que la imagen hable por sí misma. Con ustedes, su majestad el pletzale:
ADVERTENCIA: Nunca confundir el pletzale con el petzele (por razones obvias, este va sin foto). Mucho menos en una conversación con tu suegra. Jamás se te ocurra decir “¡mmmm, me llevaría un petzele a la boca!” Esto podría prestarse a malos entendidos y generar efectos colaterales no deseados.

(**)Matzá: Pan chatito, sin leudar. Tiene apariencia de galletita de agua en tamaño XXL, pero con sabor XXS. Se consume durante la festividad de Pesaj (Pascua Judía). Entre nosotros, me quedo toda la vida con el pletzale o como lo quieran llamar.

Maror: Hierbas amargas que no se fuman… se comen durante el ritual de Pesaj.

Foto: "Me too" de Alles-Schlumpf